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»¡Quién me concediera que se cumpliese mi petición,
que Dios me otorgara lo que anhelo:
que agradara a Dios destruirme,
que soltara su mano y acabara conmigo!
10 Sería entonces mi consuelo,
cuando el dolor me asaltara sin tregua,
no haber renegado de las palabras del Santo.

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